Hace algunos años saltaba la noticia de que muchos convenios han anulado o congelado el plus de antigüedad. Este tipo de decisiones causan un gran impacto en la estructura salarial y, por ende, en el poder adquisitivo de los trabajadores.
El plus de antigüedad es uno de los complementos que se suman al salario base en la nómina del trabajador. Su cuantía es variable y dependerá de los años que el trabajador haya prestado sus servicios para la empresa, pero también de lo que haya dispuesto el convenio colectivo aplicable a su industria.
Por lo general, el plus de antigüedad retribuye de manera especial a los empleados que hayan superado un plazo de tiempo fijado a efectos de esta compensación, y que puede establecerse en base a:
No obstante, desde finales de los años 90, en especial tras la reforma laboral de 1994, esta figura ha empezado a desaparecer y se mantiene en pocos sectores.
Está claro que, de cara al trabajador, este cambio supone una reducción considerable en la nómina. En muchos casos, el plus de antigüedad era una parte casi tan relevante como el mismo salario base y, por tanto, uno de los pilares retributivos. Medidas como la congelación o retirada de este complemento pueden provocar que el empleado se plantee buscar trabajo en otra empresa, para tratar de igualar las condiciones económicas que disfrutaba hasta que se produjera un cambio tan sustancial.
Para las empresas, la progresiva desaparición del plus de antigüedad no es fuente de beneficios financieros, como pudiera pensarse. Si bien se produce un ahorro, también aparecen nuevos gastos a los que el empresario deberá enfrentarse, y que tienen que ver con:
No obstante, existen fórmulas que consiguen compensar la balanza a ambos lados satisfaciendo, tanto las necesidades del trabajador que ha perdido su plus de antigüedad, como el equilibrio financiero de la empresa que trata de afrontar la nueva situación.
El plus de antigüedad era un aliciente para los empleados, que les animaba a quedarse en la empresa, facilitando a ésta la retención de talento. Al mismo tiempo suponía un desahogo importante para los trabajadores y sus familias, que contaban con un mayor respaldo económico. Pero, hoy día, a falta de este complemento, existen fórmulas que permiten beneficiar a la plantilla de manera similar. Una de ellas es la retribución flexible.
Permitiendo a cada empleado pactar individualmente las ventajas que desea percibir se asegura un mayor ajuste a sus necesidades, al tiempo que se aumenta su poder adquisitivo.
Para las empresas que ponen en marcha este modelo de retribución flexible, los beneficios no tardan en llegar, en forma de un impulso a la marca empleadora, a la productividad y a la motivación de los empleados.