Los conceptos de rentabilidad económica y financiera ponen de manifiesto dos realidades distintas. Aunque puedan ser usados en el lenguaje cotidiano como sinónimos, en el ámbito empresarial presentan ligeras diferencias que hacen necesaria una correcta comprensión y aplicación de ambos términos si queremos realizar una óptima estrategia organizacional.
Según la Real Academia de la Lengua Española, rentabilidad hace referencia a la acción de producir un beneficio o utilidad. Sin embargo, la forma en la que se calcule este beneficio y los parámetros que se tengan en cuenta para su cómputo va a hacer variar el resultado final y es ahí donde entra en juego la importancia de la determinación de la rentabilidad económica y financiera.
Del mismo modo que para un empleado no es lo mismo su sueldo bruto que neto, a pesar de que ambos son beneficios, para las compañías también difiere el resultado final de la rentabilidad económica y financiera. ¿En qué sentido?
Como explica David Espinosa en su trabajo Rentabilidad económica y rentabilidad financiera, el primero de los conceptos se traduce como la relación entre el beneficio antes de intereses e impuestos (beneficio bruto) y el activo total. Se trata, por tanto, de establecer cuál es la capacidad de generar resultados positivos de los todos los activos y recursos de la compañía, independientemente de cómo se hayan financiado o cuánto hayan supuesto para la empresa.
En cambio, la rentabilidad financiera hace referencia, según este mismo autor, a la relación entre el beneficio neto y los capitales propios, es decir, calcula la capacidad de generar resultados positivos de los fondos propios.
Partiendo de estas definiciones, se puede observar que la rentabilidad económica y financiera se basan en elementos diferentes a la hora de computar el beneficio de la empresa. Así, mientras la económica tiene en cuenta el activo total de la compañía, en la financiera solo se emplean los fondos propios como base.
Por otro lado, a nivel de beneficios tampoco se parte del mismo montante. En concreto, en la rentabilidad económica se utiliza el importe de beneficios antes de intereses e impuestos; en la financiera, en cambio, se parte de la cifra de beneficio una vez deducidos los correspondientes intereses, impuestos y gastos financieros.
No obstante, el mejor modo de comprender la diferencia entre rentabilidad económica y financiera es a través de un ejemplo práctico. Para ello, primero es necesario conocer cómo se calculan estos conceptos.
El ROI (Return on Investment) se determina mediante la división del beneficio antes de intereses e impuestos (BAII) entre el activo total.
Junto al ROI, también es determinante conocer el ROE (del inglés Return on Equity), el parámetro más importante para las empresas con ánimo de lucro, pues puntualiza el beneficio neto obtenido en comparación con la inversión de los accionistas. Esta ratio se calcula dividiendo el beneficio neto (después de impuestos) entre los fondos propios.
¿Cómo se calcularía la rentabilidad económica y financiera de una empresa? Recogemos el ejemplo de una compañía abordado por Espinosa:
De este modo, la rentabilidad económica y financiera sería:
ROI= (Beneficios brutos / Activo total)*100= (17.000/100.000)*100= 17%.
ROE= (Beneficios netos / Activo propio)*100= (11.400/70.000)*100)= 16.29%.
Aunque en este caso, la diferencia entre ambas magnitudes es mínima, puede darse el caso de que la rentabilidad económica sea positiva, pero la financiera conlleve pérdidas para los inversores, pues gran parte del capital es ajeno y la compañía tiene que abonar una importante cantidad de intereses e impuestos que no se ven amortizados con los ingresos.
De ahí la importancia de diferenciar ambos conceptos para obtener una imagen fidedigna sobre la situación de la organización y cerciorarse de que las finanzas van bien.