Liderazgo y trabajo en equipo van de la mano a menudo, pero no siempre lo hacen en condiciones de equilibrio. Hay ocasiones en que distintos miembros del equipo quieren ser líderes y no aceptan la autoridad de otro, puede suceder también que el líder no sea capaz de propiciar las condiciones adecuadas para el trabajo en equipo y la colaboración o que, entre ambos, liderazgo y trabajo en equipo, no se produzca la armonía necesaria para que el esfuerzo de todos lleve a alcanzar las metas organizacionales.
Pero, cuando se planta alguna de estas situaciones, ¿es posible volver a lograr el equilibrio?
El líder tiene como objetivo guiar al equipo y realizar cambios positivos en las operaciones y actividades en marcha. Pero sus decisiones también pueden causar un impacto negativo y no deseados.
El lado positivo del liderazgo sobre el trabajo en equipo facilita que los miembros del grupo se enfoquen en hacer lo correcto que se identifica y define mediante pautas, políticas y reglas estrictas. Esto permite al equipo actuar de manera predecible y producir los resultados deseados. La previsibilidad impulsa el éxito. El desafío clave aquí es que el líder tiene que desarrollar y presentar una forma deseada de implementación y comportamiento del equipo por adelantado, antes de que el grupo comience a hacer el trabajo.
No obstante, la consecuencia del lado positivo, o más concretamente de la previsibilidad, es la responsable del lado negativo del liderazgo. Es el que impone a los miembros del equipo hacer las cosas de una forma determinada y les previene de actuar en contra de la manera estrictamente definida.
El liderazgo afecta al trabajo en equipo, en este caso, negando que los miembros del grupo usen su propia imaginación y creatividad para realizar las tareas asignadas. Como resultado, el equipo puede quedarse atascado haciendo las cosas de la manera prescrita, sin permiso para la iniciativa y la toma de decisiones autónomas.
Pero en la práctica, las cosas no son del todo buenas o del todo malas, existe una zona intermedia, que es donde se mueven la mayoría de empresas. Y es ahí donde está la clave para alcanzar el equilibrio.
Todo buen líder de equipo debe considerar ambos lados del liderazgo para alcanzar el equilibrio. Esto implica encontrar una manera de dirigir al equipo bajo pautas y políticas fijas mientras se intenta crear un ambiente de pensamiento abierto y libre que permita a cada miembro del grupo tomar decisiones tácticas con carácter autónomo. La forma de conseguirlo es aplicando estas mejores prácticas:
Por último, merece la pena tener una buena comprensión de las diferencias entre el trabajo en equipo y la colaboración, ya que no son equiparables. La clave es que, si bien el trabajo en equipo combina los esfuerzos individuales de todos los miembros del grupo para lograr un objetivo, las personas que trabajan en colaboración completan un proyecto colectivamente. Aquellos que colaboran trabajan juntos como iguales, generalmente sin un líder, para llegar a ideas o tomar decisiones juntos para completar una meta. Por su parte, el trabajo en equipo generalmente es supervisado por un líder de equipo, y aquellos dentro del grupo tienen tareas individuales delegadas para completar para contribuir al objetivo final del equipo.
Crear un entorno que aliente a todos a trabajar juntos puede tener un gran impacto en el rendimiento del equipo. Encontrar el equilibrio correcto entre el trabajo autónomo, el liderazgo, el trabajo en equipo y las habilidades de colaboración permitirá aprovechar las fortalezas individuales de cada persona para mantener una fuerza laboral comprometida y eficiente.