En un mundo donde la salud y la sostenibilidad se han convertido en prioridades globales, las dietas basadas en plantas están ganando cada vez más protagonismo. No solo representan una forma de alimentarse más saludable, sino también una oportunidad real de reducir nuestro impacto ambiental. En este artículo exploramos qué son exactamente estas dietas, qué beneficios aportan y cómo pueden contribuir a un futuro más equilibrado para las personas y el planeta, de la mano de la Academia Española de Nutrición y Dietética.
La alimentación basada en plantas engloba diferentes tipos de dietas que priorizan los alimentos de origen vegetal. Según la Academia Española de Nutrición y Dietética, estas son las principales categorías :
Las dietas basadas en plantas, comparadas con el modelo occidental, se relacionan con una mayor esperanza de vida y un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión y ciertos tipos de cáncer.
Estas dietas suelen contener menos sal, azucares y grasas saturadas, lo que contribuye a un perfil nutricional más saludable. Sin embargo, una mala planificación puede llevar a un consumo elevado de alimentos procesados como bollería, bebidas azucaradas o sustitutos de carne con alto contenido en grasas y sal.
Para quienes siguen une dieta vegana, es crucial asegurarse de obtener suficiente nutrientes esenciales, especialmente vitamina B12, que debe suplirse mediante alimentos enriquecidos o suplementos.
Tanto la dieta mediterránea como la vegetariana, si están bien planificadas, pueden cubrir todas las necesidades nutricionales en todas las etapas de la vida. No obstante, la transición a una dieta más vegetal debe realizarse bajo asesoramiento profesional de dietistas-nutricionistas, para garantizar un equilibrio adecuado y evitar déficits.
La alimentación representa entre el 23% y el 43% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. En este contexto, las dietas vegetales (veganas, vegetarianas o flexitarianas) ofrecen una alternativa más respetuosa con el medio ambiante. Son más sostenibles porque :
Por el contrario, los alimentos de origen animal y los ultraprocesados tienen un gran impacto ambiental, debido al uso intensivo de tierra, agua y al cultivo de monocultivos como el maíz o la soja para la alimentación animal.
En países como España, el consumo de carne supera las recomendaciones, mientras que el de frutas, verduras, legumbres o cereales integrales es insuficiente. No se trata de eliminar la carne por completo, sino de hacer elecciones más conscientes. Entre las carnes, las más sostenibles son, por orden, las aves, el conejo y el cerdo, quedando en último lugar las de rumiantes (vaca, oveja, cabra).
También existen sellos de sostenibilidad y bienestar animal que ayudan al consumidor a tomar decisiones más responsables.
La dieta occidental actual no solo es poco sostenible, sino que también impacta negativamente en los sistemas alimentarios y contribuye al cambio climático y a las desigualdades económicas dentro de la cadena alimentaria.
Por otro lado, la dieta mediterránea tradicional se perfila como un modelo de alimentación más sostenible gracias a su enfoque en alimentos frescos, locales, de temporada y poco procesados.
Se caracteriza por :
Aunque las dietas veganas o vegetarianas pueden ser saludables y sostenibles, no son necesariamente mejores que la dieta mediterránea. En nuestro entorno, la transición más realista y efectiva es mejorar la adherencia a la dieta mediterránea, mediante pequeños cambios en nuestros hábitos cotidianos :
Una buena sugerencia es utilizar infografias del plato saludable como guía visual para ayudar a hacer mejores elecciones cada día.
Adoptar una dieta basada en plantas no es solo una decisión personal de salud, sino también un acto con consecuencias positivas a nivel social y medioambiental. No se trata de una elección excluyente, sino de una transformación progresiva y consciente hacia un modelo alimentario más equilibrado y respetuoso con el planeta.
Tal como señala la Acamedia Española de Nutrición y Dietética, «el camino hacia una alimentación sostenible no pasa por la exclusión, sino por la mejora de la calidad de lo que comemos, la reducción del desperdicio y el respeto a nuestro entorno».