Adquirimos e interiorizamos mejor nuevos conocimientos practicando que escuchando y esto es lo que promueve la formación activa profesional en la empresa: que los trabajadores avancen de forma más efectiva en su desarrollo a través de una metodología más participativa y abierta.
Según la Pirámide del aprendizaje de Edgar Dale, poner en práctica algo nos permite recordarlo en un 75% transcurridas 24 horas, mientras que si solamente lo hemos escuchado retendremos exclusivamente el 5% de la información.
Por este motivo, las empresas deben actualizar sus programas de capacitación para fomentar el desarrollo profesional, introduciendo modelos donde el trabajador/alumno no sea un merece oyente.
La formación activa es definida en el trabajo Metodologías activas de GIMA como “métodos, técnicas y estrategias que utiliza el docente para convertir el proceso de enseñanza en actividades que fomenten la participación activa del estudiante y lleven al aprendizaje”
En este sentido, de acuerdo con el libro Metodologías participativas en la enseñanza universitaria, de Fernando López Noguero, este modelo de formación es “un proceso interactivo basado en la comunicación profesor-estudiante, estudiante-estudiante, estudiante-material didáctico y estudiante-medio que potencia la implicación responsable de este último y conlleva la satisfacción y enriquecimiento de docentes y estudiantes”.
Para la formación activa profesional, los alumnos no son concebidos como folios en blanco en los que plasmar determinados contenidos. Sino que cuentan con un conocimiento previo, unas ideas, valores y experiencias que influyen en su proceso de aprendizaje.
Así, a nivel laboral, se basa en este mismo punto de vista metodológico, donde son los propios trabajadores guiados por el docente- quienes mejoran sus capacidades y habilidades a través de programas prácticos en los que aplican soluciones factibles a problemas existentes.
De este modo, los empleados actúan como agentes activos de su desarrollo profesional y no como meros receptores de información.
“El alumno se convierte en el centro del proceso educativo, se rechaza el aprendizaje memorístico y se fomenta el espíritu crítico”, apunta GIMA, pasando de una metodología expositiva o dogmática a una interiorización de los contenidos a través de la construcción real. Es lo que se conoce como aprendizaje por descubrimiento.
Ahora bien, ¿cómo pueden desarrollar los departamentos de Recursos Humanos esta metodología dentro de las empresas? Para ello, la formación activa profesional debe reunir una serie de características: